martes, 1 de marzo de 2011

Garras imperialistas, fuera de Libia!



Los Estados Unidos y las potencias europeas se están moviendo hacia la intervención militar directa en Libia. Ellos están tratando de explotar un levantamiento popular legítimo contra el gobierno de 41 años de Muammar Gaddafi, anticipándose a cualquier posibilidad de que un régimen más radical emerja, e instalar un títere de estilo colonial, en lugar de la desacreditada dictadura.

El ritmo del cambio en la política estadounidense, en particular, es extraordinario. Washington ha pasado de relativo silencio sobre el movimiento en contra de Gadafi a encabezar la iniciativa de una intervención exterior.
 
Al igual que en todas las operaciones de EE.UU. en la región, las fuerzas motrices son dos: una apropiación de los recursos de uno de los principales países productores de petróleo y la defensa de intereses estratégicos más amplios en pro del imperialismo estadounidense en Oriente Medio y África del Norte. Las fuerzas militares imperialistas en territorio Libio estarían en condiciones de influir en el curso futuro de los acontecimientos en Egipto, Túnez, Argelia y Marruecos, todos en crisis en este momento, así como a través del Sahara en Sudán, Chad, Níger y Nigeria.

Nadie ( y menos el pueblo libio) debe creer las reivindicaciones de índole humanitaria expuestas para justificar la entrada de los ejércitos de EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia entre otros. Esas mismas fuerzas optaron por la inacción cuando los dictadores de Túnez y Egipto, Zine El Abidine Ben Ali y Hosni Mubarak, masacraron a los manifestantes que reclamaban empleo, derechos democráticos y el fin del saqueo llevado a cabo por una élite gobernante corrupta. Ofrecieron  ayuda político, diplomático y en algunos casos la asistencia directa de seguridad en un esfuerzo por reforzar a estos regímenes títere.

Durante las dos semanas que las fuerzas de seguridad de Gaddafi han abatido manifestantes de la oposición, crímenes similares han sido cometidos por los aliados de EE.UU. en Omán y Bahrein y por el régimen cliente de EE.UU. en Irak sin ningún tipo de reprimenda pública por parte de Washington, ni que hablar de la organización de una campaña internacional para la intervención militar.

Un bombardeo de propaganda a gran escala está en marcha, moldeado según las campañas que abrieron el camino para la intervención de EE.UU. y la OTAN en Bosnia y Kosovo en la década de 1990, destacando las atrocidades cometidas por el régimen de Gadafi como un argumento de que la intervención conjunta de las potencias imperialistas es necesaria para "salvar" al pueblo libio. La Secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, marcó el tono el lunes, denunciando el uso por parte de Gadafi de "matones" y "mercenarios" y declarando: "No hay nada fuera de la mesa siempre y cuando el gobierno libio continúe amenazando y matando a los libios". El primer ministro británico, David Cameron, intervino diciendo a la Cámara de los Comunes, "No descartamos de ninguna manera el uso de recursos militares" en Libia.

Tomando el ejemplo de Washington, Londres y otras capitales imperialistas, los medios de comunicación internacionales han enfocado una gran cuota de atención sobre la supuesta utilización de la fuerza aérea por las fuerzas de Gaddafi contra los rebeldes en el este de Libia, y alrededor de Trípoli, la ciudad capital. Los ataques documentados en realidad se han limitado a un puñado, ya que muchos de los pilotos de Gadafi han desertado.

El canciller australiano, Kevin Rudd, salió de una reunión con Clinton declarando que una zona de exclusión aérea debe imponerse inmediatamente. "Guernica es conocida en todo el mundo por el bombardeo de la población civil", declaró, refiriéndose a la masacre llevada a cabo por aviones de guerra nazis durante la Guerra Civil española. "Hemos visto evidencia de eso en Libia. No debemos simplemente permanecer de brazos cruzados mientras se cometen atrocidades similares otra vez." Lejos de quedarse de brazos cruzados, Australia ha sido un auténtico socio en las guerras de agresión estadounidenses en Irak y Afganistán, que han producido atrocidades mucho mayores.

La postura de Estados Unidos y Europa contra las atrocidades humanitarias no tiene credibilidad. Hasta hace dos semanas, estos poderes hacían acuerdos con Gadafi para obtener contratos lucrativos para la explotación de los recursos de petróleo y gas de Libia. Un desfile de figuras occidentales (Condoleezza Rice, el británico Tony Blair, Chirac de Francia, de Italia Berlusconi, Zapatero de España) siguió el olor del petróleo hasta Trípoli. No tuvieron en cuenta en ese entonces a la policía estatal de Gadafi y los gritos que emanan de sus cámaras de tortura.

Los Estados Unidos hicieron una gran inversión política y financiera en el cultivo de las relaciones de amistad con Gaddafi, considerando su repentino acercamiento con Washington y las políticas exteriores de EE.UU. después del 2003 como un beneficio estratégico importante. Hillary Clinton recientemente homenajeó uno de los hijos de Gadafi en Washington y designó al presidente fundador de la Asociación de Negocios Estados Unidos - Libia para ser coordinador de asuntos internacionales de energía para el Departamento de Estado.



El hijo de Gadafi visitó EE.UU en 2009. La secretaria de estado, Hillary Clinton, se aseguró de que fuera bien recibido.

Si estos poderes están planeando regresar a Libia como los supuestos patrones de las fuerzas de oposición que han tomado el control de gran parte del país, están siendo impulsados por los mismos apetitos de lucro y saqueo. Y a pesar de sus discursos de apoyo para derrocar a Gaddafi, la entrada de las fuerzas militares de los Estados Unidos y las antiguas potencias coloniales europeas no favorece a quienes realmente luchan para derrocar la dictadura.

La intervención extranjera inflamará la hostilidad popular. Muchos de los que lucharon en las revueltas de Bengasi ya han declarado su oposición vehemente a la entrada de las tropas de EE.UU. y Europa. Eso sería para ellos la única cosa que podría permitir a Gadafi reanudar su postura falsa como un anti-imperialista y dar a su régimen una nueva oportunidad de vida.

Igualmente cínicos son los argumentos de su pretendida preocupación por la suerte de los cientos de miles de personas que han huido de Libia desde que estalló la revuelta el 17 de febrero en Bengasi. Los portavoces oficiales de las distintas potencias imperialistas afirman que sus propios ciudadanos, muchos de ellos técnicos funcionarios de las petroleras, están en peligro y deben ser rescatados. Al mismo tiempo, los países con costa mediterránea (Italia, Francia y España) han advertido de una invasión de refugiados por la escalada de la guerra civil. Ambos problemas, por supuesto, tienen la misma "solución" militar de la intervención, tanto dentro de Libia y a lo largo de sus costas.

La campaña anti-Libia es en el sentido literal de la palabra en un ejercicio de saqueo. La primera gran acción ha sido la incautación efectiva de $ 30 mil millones en activos libios en instituciones financieras de EE.UU., y miles de millones más en cuentas europeas, después de la aprobación de una resolución de sanciones por el Consejo de Seguridad de la ONU. Mientras que se le denomina "congelar", es en realidad la confiscación de los recursos que pertenecen al pueblo de Libia.
Tan flagrante es el robo que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, quien habló en una conferencia de negocios en Alemania, se sintió obligado a objetar. "Los errores cometidos por los gobiernos no deberían ser pagados por la gente", dijo. "Creemos que las discusiones sobre una intervención en Libia o sanciones son preocupantes teniendo en cuenta el pueblo de Libia y a los extranjeros en este país." Él dijo que las potencias extranjeras deben actuar en Libia "desde una perspectiva humanitaria y no por consideraciones de los intereses de su petróleo."

El impulso hacia la intervención militar se está acelerando. El gobierno de Berlusconi en Italia (la antigua potencia colonial en Libia y el mayor comprador de su petróleo) ha roto oficialmente su pacto de no agresión con el régimen de Gaddafi el domingo. Esta es la preparación jurídica necesaria tanto para la acción militar italiana en el interior de Libia asi como el lanzamiento de aviones de combate de EE.UU. desde Aviano y otras bases aéreas de la OTAN en Italia.

La administración de Obama confirmó el lunes que ha comenzado a redistribuir las fuerzas navales en el Mar Mediterráneo, poniéndolas cerca de Libia. El Pentágono fue sorprendido por la rápida propagación de los disturbios en Libia, habiendo enviado el portaaviones USS Enterprise a través del Canal de Suez hacia el Mar Rojo el 15 de febrero en una demostración de fuerza cuatro días después del derrocamiento del presidente egipcio Mubarak. El grupo de batalla del portaaviones continuó hacia el Mar de Arabia, "mostrando la bandera" en apoyo al atormentado dictador pro-estadounidense Saleh en Yemen y los emiratos petroleros del Golfo Pérsico.

Un portavoz del Pentágono anunció el lunes: "Tenemos a los planificadores trabajando y varios planes de contingencia... como parte de eso estamos reposicionando las fuerzas para poder garantizar la flexibilidad una vez que se tomen las decisiones." El Enterprise y un portahelicópteros más pequeño, el USS Kearsarge, han pasado ahora de nuevo al Mar Rojo, en la posición de volver a transitar el Canal de Suez o lanzar ataques aéreos contra objetivos en Libia. Las operaciones bajo discusión van desde esfuerzos de "rescate" como los que ya están montados por los comandos británicos y alemanes, pasando por planes para una zona de exclusión aérea, hasta el desembarco total de los marines.

Una preocupación adicional de EE.UU. es el papel de China, que está montando su primera operación militar en la historia dentro del Mar Mediterráneo. Pekín ha enviado a la fragata naval Xuzhou, que estaba de patrulla anti-piratería frente a Somalia, a través del Canal de Suez hacia la costa de Libia para ayudar en la evacuación de los 30.000 ciudadanos chinos, en su mayoría trabajadores de la construcción, atrapados por los combates.

Hay un elemento de la desesperación e imprudencia extrema en la campaña contra Libia. Todo ha entrado en erupción sólo unos pocos días después de que el secretario de Defensa de EE.UU. Robert Gates en un discurso ante una audiencia militar declarara: "En mi opinión, cualquier futuro secretario de Defensa, que asesorara al presidente a enviar de nuevo un gran ejército de tierra hacia Asia u Oriente Medio o África debería 'someterse a un exámen en la cabeza', como lo dijo tan delicadamente el general MacArthur.

Gates expresaba el pesimismo producido por la oposición insuperable de la población afgana a la ocupación militar a largo plazo de EE.UU., así como las preocupaciones de los altos mandos militares sobre el estado de deterioro de una fuerza de voluntarios después de diez años de constantes despliegues en el extranjero.
A pesar de tales agitaciones, sin embargo, hay una lógica para el imperialismo y el gobierno de Obama está impulsada por ella. El objetivo final de la intervención de EE.UU. y Europa sería llenar el "vacío político" en Libia, como el New York Times lo llamó el domingo, convirtiendo al país en un protectorado de las potencias imperialistas.

Un estadounidense experto en Libia, escribiendo en la revista Newsweek dominical, comparó directamente la intervención en Libia con el papel de EE.UU. a largo plazo en los Balcanes. La situación política en Libia, escribió, "sugiere a los Balcanes en lugar de los vecinos Egipto o Túnez como precursores probables de la construcción del Estado en Libia. Y como en los Balcanes, la comunidad internacional podría tener un papel importante y positivo que desempeñar proporcionando experiencia y, de manera temporal, fuerzas de seguridad. "

En otras palabras, Libia se convertirá en una semicolonia, gobernada por los Estados Unidos y sus predadores compañeros de Europa occidental, que tomarán el control de las reservas de petróleo y transformarán el territorio del país en una base estratégica de operaciones contra los masivos levantamientos que se propagan hoy en día por Oriente Medio y África del Norte.

Autor: Patrick Martin

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