Una revolución es un proceso más que un acontecimiento con principio y final. El fin de Mubarak no fue el fin del régimen que había dirigido durante más de 30 años. Los egipcios han mantenido la presión de muy diferentes formas con la intención de que el Ejército, la única autoridad en el país, no pensara que todo se había acabado con la dimisión del presidente.
Parece que lo están consiguiendo. La dimisión del primer ministro, Ahmed Shafiq, no estaba a buen seguro en los planes militares. Era uno de los suyos. Había sido jefe de la Fuerza Aérea entre 1996 y 2002. Su relación con el régimen de Mubarak era evidente. No fue necesario que los partidos de la oposición se negaran a colaborar con él. De hecho, algunos de ellos participaban en el Gobierno. Pero la calle no estaba dispuesto a permitirlo.
Un debate en un programa televisivo fue su sepultura. El escritor Alaa-Al-Aswany, autor de la novela 'El edificio Yacoubian', un retrato excepcional de lo que suponía vivir bajo la égida de Mubarak, le desnudó ante las cámaras.
Las imágenes de arriba pertenecen al momento en que la gente han entrado esta noche en el cuartel de policía de Alejandría. Se había corrido la voz de que los agentes estaban destruyendo documentos, quizá relacionados con la represión, y han sitiado el edificio para impedirlo. Los policías han respondido con disparos y los incidentes no han terminado hasta que no se han presentado patrullas militares.
En otras ciudades, ha corrido la voz de que la policía está haciendo lo mismo que en Alejandría. Sin Shafiq, los instrumentos represivos empiezan a darse cuenta de que no están protegidos. Ha cundido la alarma. Han visto que esta mañana el nuevo primer ministro, Essam Sharaf, se ha presentado en la concentración de los viernes de la plaza Tahrir, y que hasta ha salido a hombros.
Los torturadores se están poniendo nerviosos.
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